No soy persona de lujos. No me van los cochazos, ni las motos, ni los gadgets ultra caros, ni las teles de plasma de 50 pulgadas , ni la ropa de marca. Quizá el único capricho en el que no me duele gastarme una pasta es la comida. Me encanta comer bien y no me duele dejarme un pico en unas gambas a la plancha, un buen ibérico de bellota o un solomillo de buey.
Por eso hoy, que me hallo ante un plato de arroz blanco y unas tristes lonchas de jamón de York, por culpa del virus que anda pululando por ahí y que me ha dejado el estómago vuelto del revés, me acuerdo de un chiste del Miguelito de Romeu que decía que el penúltimo placer del ser humano es la gastronomía y el último, recordarla.
Por eso hoy, que me hallo ante un plato de arroz blanco y unas tristes lonchas de jamón de York, por culpa del virus que anda pululando por ahí y que me ha dejado el estómago vuelto del revés, me acuerdo de un chiste del Miguelito de Romeu que decía que el penúltimo placer del ser humano es la gastronomía y el último, recordarla.
¡¡¡QUIERO MORCILLA DE BURGOS!!!
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