domingo, 4 de diciembre de 2011



TODO LO QUE SÉ, ME LO ENSEÑÓ MAGEFESA

No sé cuando fue pero yo aun debía ser un niño cuando adquirí la costumbre (que aún mantengo a mis cincuenta y un años) de desayunar o cenar leyendo recetas de cocina.

 En mi casa, como en prácticamente en la de todos/as que tengan más de 40 años, cocinaba mi madre, que era una gran cocinera y había aprendido por el doloroso método de haberse quedado huérfana de madre a los 11 años. No le quedó otra a ella y a sus  hermanas que hacerse cargo de la casa ya que mi abuelo no se volvió a casar.

 De ese modo mi madre no tenía, que yo recuerde, que echar mano de ningún recetario para preparar toda clase de platos. Luego, fue aprendiendo de su suegra (mi otra abuela) los platos típicos del pueblo, que le gustaban a mi padre y, entre eso y que se hacía un planning semanal, para no repetir comida e ir a la compra a tiro hecho (a mi madre no la engaña en la compra ni “Ramonét el de las mantas”) no la vi nunca consultando ningún libro de cocina (que por otra parte no tenía).

 El primer libro de cocina que entró en mi casa fue el que venía con la olla “Magefesa” que mi padre le compró para sustituir a la ya gastada “Practica” que le habían regalado cuando se casaron. Era un libro traducido directamente del original Francés, sin fotos ni dibujos y con unas recetas muy francesas, cocinadas con mantequilla y con productos tan extraños para el españolito de los setenta como el pato, los salsifíes o el eperlano y palabras como los geugonettes o el pocheé.

 Debió de ser por que la familia aumentó de miembros y la olla se quedó pequeña, por que unos años después apareció en casa una nueva magefesa y esta vez si que traía algo a lo que se podía llamar libro de cocina. El mismo que podéis ver en la foto, “Cocinar a presión, 258 recetas”. Escrito por alguien cuyos apellidos me resultaban graciosísimos  y que luego supe que era un reputado gastrónomo y un divulgador de la cocina Vasca, José María Busca Isusi.

 Me debí de leer el libro entero como unas cuarenta veces, saltando de una receta a otra, me las aprendí prácticamente de memoria. Todas las mañanas y todas las noches mientras me tomaba mi tazón de leche con 13 ó 14 galletas “María” desmenuzadas mi mente almacenaba datos sobre cocciones, rehogados, fritos y horneados. Al igual que si alguien se hubiera empapado durante Años la teórica del carnet de conducir, a la hora de tomar el volante, es decir, de empezar a cocinar, mi cerebro se sabía de carrerilla todas las normas de la cocina, así que aunque en mis primeras prácticas tuve algún que otro derrape en los fogones y la experiencia me ha soltado un montón, la verdad fue que todos esos años de lectura cocinil fueron muy valiosos a la hora de tener que cocinar los garbanzos que me ganaba cuando dejé de vivir en casa de mis padres.


2 comentarios:

  1. Que entrada más bonita. A mí también me llena de recuerdos ver ese libro de cocina, porque mi madre también lo tiene y cocinaba por él, ahora las recetas ya las sabe de memoria. Pero cuando yo era pequeña me mandaba que le sacará el libro del cajón y que le leyera la receta del plato que iba a preparar.
    Tengo que confesar que no lo leí con tanta dedicación como tú, pero sí que ojeaba más otro libro, que ahora no sé si es también de magefesa, que tenía dibujinos al estilo de los sesenta. Tendré que hacer fotos, muy buenos recuerdos.
    En Asturias, en casi todas las casas tenemos el libro de cocina "El Arte de cocinar" de Maria Luisa.

    ResponderEliminar
  2. "El arte de cocinar" que bonito nombre. Tengo que buscarlo. Un abrazo.

    ResponderEliminar