jueves, 16 de agosto de 2012

TOMATES PARA DESPUES DE UNA GUERRA

 
Recuerdos de infancia, veranos abrasadores con cañizos llenos de rojos frutos cubiertos de sal achicharrándose al sol de mediodía y ese olor dulzón y penetrante inundando el caserío. Remedios espantando las moscas que tratan de libar el jugo que se escapa y se evapora para convertir el carnoso tomate con el paso de los días en algo parecido a una oreja reseca y arrugada y bermellón.

 Comida de campo, comida de pobre. De aprovechar al máximo la “Collita” y de tener de donde tirar cuando el invierno escarche los campos y hasta las vides duerman su savia bajo tierra.

 Fritos para acompañar unas longanizas de la matanza, o un huevo frito de las gallinas del corral. Condimento y complemento de la olla, para dar sustancia y enjundia a un potaje bastante viudo. Troceado y frito con unas ñoras para alegrar una gachamiga, ese plato de “mullá i pas enrrera” con el Barral de ví circulando para entonar los cuerpos ateridos después de una jornada de poda de las viñas.

 Recuerdo de un tiempo sin supermercados y donde en la tienda de Flora había una gran tabla, con un enorme cuchillo fijado a un extremo donde se cortaba el bacalao y las legumbres estaban en unos sacos de arpillera y se expendían al peso en cucuruchos de papel de estraza.

 Comida, en fin, de un tiempo tan cercano como el paso de un suspiro y tan lejano como la foto amarillenta del abuelo, vestido de militar.



 
 Tomates.

 Sal.

 Sol.

 Tiempo.


 Cortar por la mitad, cubrid de sal y dejad al sol una semana de Agosto de Alicante. Procurar guardarlo bajo techo por las noches para que el relente no los malve y cuando adquieran el aspecto que en la actualidad tendría la oreja cortada de Van Gogh, guardar en un tarro limpio y seco.



 Se pueden posteriormente escaldar y embotar con un buen aceite de oliva, pero esa….es otra historia.

1 comentario:

  1. Y, ¿el invento reticular tan bonito? Para separarlos y asegurarse de que no se peguen? Un saludo,
    Ana

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