Con todo el lío de la tan traída y llevada ley S.O.P.A. hoy he preparado una que sí me gusta y, que al contrario que la otra, es saludable, nutritiva y llena de vitaminas. Una sopa de cebolla, con su pan, su huevo escalfado y su quesito gratinado. Ideal para un día como hoy, gris, frío y lluvioso, en el que lo que menos apetecía era hacerse un filete con ensalada. Más sencillo y rápido de lo que pueda parecer, todo un lujo y barato, oiga, barato, que como está el patio, siempre es de agradecer.
Necesitareis (para dos o tres comensales. Según el hambre)
4 cebollas
5 cucharadas de aceite
Pan de miga prieta
1 huevo por comensal
1 diente de ajo
1 cucharadita de almendra picada
½ cucharadita de pimentón dulce
Queso rallado al gusto
Sal, pimienta, tomillo y romero
Pelar y cortar en juliana las cebollas
Poner 4 cucharadas de aceite en una olla poner la cebolla, salpimentarla y pocharla a fuego bajo hasta que esté bien blandita.
Añadir el tomillo y el romero y dejar que se impregne bien.
Verter el caldo sobre la cebolla, subir el fuego y cuando arranque a hervir dejarlo como 10 minutos.
En una sartén pequeña poner a freír en una cucharada de aceite, un ajo machacado. Cuando empiece a coger color, añadirle la almendra picada y, por último, el pimentón. Dar un par de vueltas y añadir a la olla.
Cascar los huevos y cocer 5 minutos más.
Cortar el pan en rodajas finas y tostarlo un poco en el grill.
Poner el pan en cazuelitas que resistan el calor. Verter la sopa por encima. Cubrir de queso rallado y poner a gratinar en el horno hasta que se funda y dore el queso.
Tomar la cuchara con la mano derecha, el vaso de vino con la izquierda y disfrutar.
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